El sistema de atención al parto vive un momento de gran debate, tanto entre usuarias como entre profesionales. Muchas de las intervenciones rutinarias en el paritorio han demostrado ser perjudiciales, mientras que las que están indicadas para resolver casos de riesgo tienen el efecto de incrementarl...
El sistema de atención al parto vive un momento de gran debate, tanto entre usuarias como entre profesionales. Muchas de las intervenciones rutinarias en el paritorio han demostrado ser perjudiciales, mientras que las que están indicadas para resolver casos de riesgo tienen el efecto de incrementarlo cuando se aplican indiscriminadamente a mujeres que no las necesitan.La ciencia ha demostrado que la seguridad del parto normal no depende del uso de tecnologías sofisticadas que someten a la mujer, inhiben el parto y sustituyen su fisiología, sino del respeto de las condiciones que favorecen su progreso espontáneo: intimidad, libertad de movimientos y de expresión, seguridad emocional... y, sobre todo, respeto. La crudeza de las rutinas hospitalarias, su innecesariedad en la mayoría de los casos, y el hecho de que a menudo se imponen de forma expeditiva hacen de la atención medicalizada al parto un inadvertido ámbito de represión y violencia contra la mujer y el bebé, impropio de una sociedad moderna. Es hora de cambiar esta situación siguiendo el modelo de otros países más avanzados que han implementado las recomendaciones de la OMS en esta materia. Es un proceso colectivo ya iniciado que para las mujeres y sus parejas significa despojarse de la ingenuidad, y ejercer el derecho yla responsabilidad de dar a luz en cuerpo y alma, de velar por nosotros/as y nuestros/as hijos/as, y volver a retomar un poder que es propio, en lo que está demostrando ser una segunda liberación femenina.