La Plena Edad Media constituye el periodo de mayor actividad bélica de la historia peninsular, un periodo infausto y épico a partes iguales en el que cristaliza el empuje de los reinos cristianos y la expansión feudal frente al menguante poder musulmán, al que, sin embargo, insuflará nuevos bríos la...
La Plena Edad Media constituye el periodo de mayor actividad bélica de la historia peninsular, un periodo infausto y épico a partes iguales en el que cristaliza el empuje de los reinos cristianos y la expansión feudal frente al menguante poder musulmán, al que, sin embargo, insuflará nuevos bríos la irrupción de los imperios norteafricanos de almorávides y almohades y su renovación de la yihad. Un periodo que a menudo se ha narrado privilegiando el acontecer en los territorios centro-occidentales de la Península, cuando precisamente el nordeste –lo que grosso modo sería Navarra, Aragón y Cataluña– constituye el crisol militar más abigarrado de todo el sur de Europa a partir del siglo XI. Un vórtice vertiginoso y violento en el que más de una decena de Estados feudales e islámicos giraban sobre sí mismos bajo fuerzas centrípetas y creaban unos modos de concebir y hacer la guerra que fueron, en cierto sentido, distintos a sus formas homólogas en el resto de la piel de toro. Yihad y reconquista es un relato vibrante y renovado acerca de la política y la guerra en los señoríos y reinos cristianos y musulmanes del tercio oriental peninsular durante los siglos XI y XII, desde el desmembramiento del califato hasta la creación de la gran Corona de Aragón a horcajadas de la cordillera Pirenaica. Pero es mucho más, puesto que incorpora renovadores análisis de amplio calado en torno a la organización y las estructuras de los ejércitos cristianos y musulmanes, la geoestrategia, la financiación de la guerra, la logística y la inteligencia, las estrategias expansivas y defensivas o las operaciones en el medio táctico. Cabalgadas y razias, castillos y asedios, alianzas tornadizas y fronteras fluctuantes, en un convulso periodo que vio cómo el empuje cristiano se desbordaba desde los Pirineos hasta el Ebro, para voltear el equilibrio de poder entre cristianos y musulmanes y cambiar definitivamente el mapa de la Península.