Las islas esconden tesoros. Las islas son para desconectar del ruido y encontrarse. En las islas es donde sobrevive lo desconocido. El misterio, el miedo, la aventura, el placer. Debería alarmarnos que muchas estén desapareciendo. Día a día, islas antiguas que han presenciado mil milagros desaparece...
Las islas esconden tesoros. Las islas son para desconectar del ruido y encontrarse. En las islas es donde sobrevive lo desconocido. El misterio, el miedo, la aventura, el placer. Debería alarmarnos que muchas estén desapareciendo. Día a día, islas antiguas que han presenciado mil milagros desaparecen por culpa del cambio climático. Sin embargo, el ser humano destruye, pero también crea. Para bien y para mal. Así que aparecen nuevas islas: por ambición territorial, para satisfacer el turismo, por capricho de millonarios y por necesidades científicas.
Son muchas. La isla Runit, donde Estados Unidos almacena 73.000 m3 de residuos radiactivos bajo una cúpula amenazada por la subida de las aguas. Seasteading, la utopía financiada por el dueño de PayPal que busca construir viviendas en el mar independientes de cualquier jurisdicción nacional. Las fortalezas marinas en el Támesis, o las cárceles y manicomios cercanos a Venecia. O Funtasy Island, complejo hotelero cercano a Singapur destinado a turistas que buscan entretenimiento natural en un paraíso virgen.
Nunca hemos necesitado tanto fantasear con viajar a una isla. Quizá deberíamos saber mucho más sobre su fascinante historia y sus alucinantes presente y futuro.