La huella de Al-Ándalus es mucho más profunda y extensa de lo que pudiera parecer con un análisis superficial del tema. La huella más visible es la del patrimonio en forma de palacios, mezquitas convertidas en iglesias, alcazabas, torres, murallas, etc. Para la existencia de este tipo de huella no e...
La huella de Al-Ándalus es mucho más profunda y extensa de lo que pudiera parecer con un análisis superficial del tema. La huella más visible es la del patrimonio en forma de palacios, mezquitas convertidas en iglesias, alcazabas, torres, murallas, etc. Para la existencia de este tipo de huella no es necesario que haya habido una continuidad poblacional, como tampoco es necesaria esa pervivencia para otro de los legados, el científico, que como conocimiento pasa a formar parte del patrimonio de otras culturas.
Pero hay otro tipo de huellas que han pervivido hasta ahora que sí que necesitan para su transmisión a lo largo del tiempo de una pervivencia poblacional, muy difícil pervivencia en muchos casos, sin la cual no se entendería ese legado. Una parte de esa población se adaptó rápido, religiosa y socialmente, a la nueva sociedad conquistadora del siglo XIII, de la que por cierto, no divergía tanto como pudiera pensarse. Otra parte de la población andalusí, la que decidió seguir conservando su religión musulmana o judía dentro del territorio ya conquistado, tuvo una adaptación mucho más traumática a raíz de la intransigencia de poderosos sectores de la iglesia católica. De una forma u otra, una parte importante de la población andalusí siguió habitando el territorio peninsular y, con mayor o menor grado de asimilación a la sociedad cristiana, intervino en la conformación de esa nueva sociedad.
Así pues, debemos tener en cuenta esta premisa para poder entender la gran importancia del legado de al-Ándalus, no sólo en relación al patrimonio sino también a la idiosincrasia del pueblo andaluz que tiene mucho que ver con la del pueblo andalusí. El amor por la poesía, la música, la fiesta; su interrelación con la naturaleza; la conformación del paisaje agrario; la arquitectura popular; la forma de comer, de rezar, de ver la muerte y la vida, de hablar, de nombrar a los lugares y a sí mismos; en definitiva, la cultura, pues todo ello junto es lo que antropológicamente se conoce como cultura, no se entendería actualmente sin la existencia de la cultura andalusí, de la que es heredera, y que a su vez es heredera, en gran parte, de la cultura grecorromana anterior.