Érase una vez un imperio por cuyos valles corrían ríos de leche y miel. Donde el progreso hacía soñar con delirios espaciales y utopías terrenales. Donde la carne de los Camaradas no perecía jamás. Un Edén de espino y hormigón que sucumbió a los envites de la historia. Entre sus ruinas hay fosas cav...
Érase una vez un imperio por cuyos valles corrían ríos de leche y miel. Donde el progreso hacía soñar con delirios espaciales y utopías terrenales. Donde la carne de los Camaradas no perecía jamás. Un Edén de espino y hormigón que sucumbió a los envites de la historia. Entre sus ruinas hay fosas cavadas en el permafrost, montañas radioactivas y submarinos en el fondo del mar. Hace treinta años, Jacek Hugo-Bader emprendió una odisea periodística que aún perdura: auscultar los adentros del alma soviética. En el valle del paraíso es un recorrido por el territorio incierto de la memoria de aquellos que vivieron al otro lado del telón de acero. Una década de crónicas, reportajes y viajes que descubren entre sus vestigios la sombra de una nostalgia que conserva el cadáver de un imperio en descomposición. Hugo-Bader se ha sentado a hablar y a beber con los hijos de un orden ya antiguo. Ha brindado con héroes de otro siglo, soldados mutilados con el pecho cargado de insignias de un país perdido y coroneles que pintan cuadros melancólicos. Ha hecho de confesor a los diseñadores de la bomba atómica soviética y a las cosmonautas que no rozaron el cielo porque no pertenecían al Partido. Ha visto crecer el músculo de la mafia rusa en los sótanos de Liúbertsi. Y hasta ha hecho enfadar a Mijaíl Kaláshnikov, el inventor de la inmortal AK-47.