El inquisidor de Barcelona estaba satisfecho, y sonrió complacido mientras se acariciaba la barba canosa y cuidada... Sin embargo, por un instante casi imperceptible, con una mueca de dolor se frotó la pierna derecha. La humedad de las mazmorras donde se
El inquisidor de Barcelona estaba satisfecho, y sonrió complacido mientras se acariciaba la barba canosa y cuidada... Sin embargo, por un instante casi imperceptible, con una mueca de dolor se frotó la pierna derecha. La humedad de las mazmorras donde se