Nuestro trabajo de arquitecto tiene cierta condición de alquimista,de transmutar los metales, de hacer que ladrillossin valor alguno se transformen en una cosa valiosa… Y ¡aydel que renuncie a esa magia, a esa búsqueda de la verdad!Albert Einstein dijo, más allá de la famosa frase «Dios nojuega a lo...
Nuestro trabajo de arquitecto tiene cierta condición de alquimista, de transmutar los metales, de hacer que ladrillos sin valor alguno se transformen en una cosa valiosa… Y ¡ay del que renuncie a esa magia, a esa búsqueda de la verdad! Albert Einstein dijo, más allá de la famosa frase «Dios no juega a los dados con el Universo», que «Lo más bello que podemos experimentar es el misterio. Esa es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos». Esta frase presidía la mesa de trabajo del despacho de José Antonio Coderch, con quien trabajé siendo estudiante. Si, como dijera Silesius, «La rosa es sin porqué», quizá sabe más quien huele su fragancia que quien la deshoja para analizar sus pétalos en el microscopio. Ese misterio es lo que hoy me gustaría compartir con todos vosotros y lo que me ha movido a escribir este libro. Sin ánimo de dar lecciones a nadie.