La alta ruta conecta Chamonix con Zermatt a través del solemne y bellísimo vacío de los glaciares, un universo lunar nevado, atravesado por la soledad del esquiador de fondo o el alpinista, que tan bien conoce el vértigo y la embriaguez del esfuerzo. El olvido del punto de partida y la obsesión con ...
La alta ruta conecta Chamonix con Zermatt a través del solemne y bellísimo vacío de los glaciares, un universo lunar nevado, atravesado por la soledad del esquiador de fondo o el alpinista, que tan bien conoce el vértigo y la embriaguez del esfuerzo. El olvido del punto de partida y la obsesión con el punto de llegada, la respiración interior de quien camina siempre hacia arriba, dejando atrás imprevistos geranios en cabañas de madera y mariposas blancas... Maurice Chappaz habla de todo ello con las palabras de una verdadera liturgia (en la que la belleza, en todas sus formas, es más importante que el frío). El principal propósito de este libro no es tanto hacer un listado de cumbres nevadas y ascensiones como recrear «lo absoluto del desierto nevado», en un recorrido donde hay tanta ansiedad como calma, tanta excitación como ataraxia. Desde el Mont Blanc hasta el Mont Rose, esta famosa travesía por los glaciares suizos tiene mucho de ruta iniciática. Llevado por la embriaguez de la altitud, Chappaz capta lo esquivo, dando fe de la avalancha de sensaciones que invaden al montañero (para él, la literatura alpina incluso puede compararse con la literatura erótica). En la vida en las montañas, aunque sea sólo por una temporada, hay un ascetismo y un esfuerzo, que, agotándolos y a la vez colmándolos, llenan tanto el cuerpo como el alma. En la memoria de los montañeros, estas páginas revivirán lo que han experimentado alguna vez de manera muy intensa; el resto de lectores asistirá a una verdadera «revelación de la altitud», con todo lo que de sorprendente y seductor tiene ésta. Chappaz traduce lo indescriptible manejando imágenes de una rara belleza… Si habla de un guía de montaña, es para transfigurarlo, hasta el punto de que uno tiene la impresión de estar en presencia de un sacerdote o un chamán. Sólo el narrador parece capaz de ayudarnos a olfatear una grieta y, en un universo donde triunfa el blanco, descubrir azules, verdes, marrones. A veces, a través de sus imágenes, nos hace pensar en el Giono de los grandes momentos.