En 1925 Jeanne Rucar conoció en París a un joven español, aspirante a director de cine, Luis Buñuel. Desde entonces sus vidas quedarían ligadas para siempre. Una larga historia de amor y de total renunciación. Jeanne lo abandonó todo para seguir a su marido. A cambio, Buñuel no pudo vivir sin ella, ...
En 1925 Jeanne Rucar conoció en París a un joven español, aspirante a director de cine, Luis Buñuel. Desde entonces sus vidas quedarían ligadas para siempre. Una larga historia de amor y de total renunciación. Jeanne lo abandonó todo para seguir a su marido. A cambio, Buñuel no pudo vivir sin ella, sin la certeza de su presencia siempre asequible. Hombre de fantasía desbordada, de sueños cosidos en cintas de celuloide; hombre de vida privada, tan privada que convirtió su casa en su castillo y a Jeanne en su prisionera-dama. Lo interesante de estas memorias es el contraste entre el hombre que pesa, ordena, manda, y la mujer que guarda silencio, acepta, se somete "voluntariamente". El contraste entre la vida pública y la vida privada, entre el mundo frívolo y permisivo del cine y el ambiente moral y austero de la casa. Gracias a una mujer como Jeanne, Buñuel pudo ser Buñuel.