Hace seis años leí en la sección de anuncios de un periódico que se necesitaba "un filósofo". No dejó de parecerme algo singular. Yo buscaba trabajo, así que, también un poco por curiosidad, llamé. Me explicaron que se trataba de un colegio. El profesor de Filosofía de bachillerato se había ido y ha...
Hace seis años leí en la sección de anuncios de un periódico que se necesitaba "un filósofo". No dejó de parecerme algo singular. Yo buscaba trabajo, así que, también un poco por curiosidad, llamé. Me explicaron que se trataba de un colegio. El profesor de Filosofía de bachillerato se había ido y hacía falta alguien que le reemplazase. Me citaron para una entrevista y durante las horas previas estuve dudando sobre si asistir. Mi licenciatura oficial es de Filosofía, pero lo cierto es que nunca había pensado en dedicarme a la enseñanza, y menos de adolescentes. Hoy, cuando escribo esto, estoy en mi sexto curso como profesor del colegio. En este tiempo creo que he aprendido algunas cosas sobre filosofía y también sobre cómo dar una clase. Durante varios de estos cursos llevé una especie de diario de profesor, cuadernos en los que iba anotando los asuntos de los que trataba en las clases y el día a día. Aquellas notas son las que componen este libro. Enseñando, he ido descubriendo a la vez dónde me encontraba "o dónde ya no quería encontrarme", y qué cosas considero importantes y merecedoras de ser defendidas. Y de eso es de lo que creo que trata este libro.