En Habanos en Camelot, William Styron sostiene algo que hoy muchos pondrán en duda: que los cigarros no son destructivos para la salud. En los días de su cercanía con la Casa Blanca, el Camelot legendario de los Kennedy, Styron decidió pasarse a los habanos aristocráticos y abandonar los proletarios...
En Habanos en Camelot, William Styron sostiene algo que hoy muchos pondrán en duda: que los cigarros no son destructivos para la salud. En los días de su cercanía con la Casa Blanca, el Camelot legendario de los Kennedy, Styron decidió pasarse a los habanos aristocráticos y abandonar los proletarios cigarrillos «sin convulsiones de dudas morales». Estaba decidiéndose por un vicio selecto, que según sus cuentas no tenía riesgos para sus pulmones ni para sus arterias. En estas crónicas, Styron recuerda su cercanía al entorno del presidente Kennedy, y cómo en la Casa Blanca se disfrutaba del aroma de los habanos. Los preferidos del presidente eran los que venían de Cuba, seguramente de contrabando porque él mismo había prohibido su importación a través del embargo comercial que dura desde entonces. ¿Dónde conseguiría Kennedy aquellos cigarros prohibidos por decreto suyo?En América, como Styron llama a su propio país, el puritanismo lleva a juzgar lo que es bueno o dañino para la salud en términos absolutos, pero al margen de los cigarros y los cigarrillos, el puritanismo siempre opone la necesidad al placer, y los separa de manera radical. Estos y otros grandes temas de su ficción - como la opresión racial, la esclavitud y el Holocausto, las expurgaciones de la historia, las listas literarias, el cine y la censura- son abordados por Styron en estos ensayos, revelándonos un aspecto reflexivo y humorístico de su naturaleza que nos permiten valorar más plenamente a esta figura enigmática de las letras americanas. Sergio Ramírez