Los dramas de reyes shakespearianos parecen haber encontrado una especie de contrapunto en los de princesas jelinekianos. Aun cuando, tal y como Elfriede Jelinek destaca, la mujer no se pueda constituir como sujeto dramático, es decir, como protagonista en el sentido clásico, ahí está Blancanieves, ...
Los dramas de reyes shakespearianos parecen haber encontrado una especie de contrapunto en los de princesas jelinekianos. Aun cuando, tal y como Elfriede Jelinek destaca, la mujer no se pueda constituir como sujeto dramático, es decir, como protagonista en el sentido clásico, ahí está Blancanieves, sin embargo, buscando la verdad detrás de la belleza, más allá de las montañas, con los siete enanitos, para acabar encontrando la muerte en la figura de un cazador. La Bella Durmiente, en la búsqueda de sí misma, sólo hallará un príncipe, que desde ese momento se considerará a sí mismo su dios y resurrector. Rosamunda experimenta la incompatibilidad de ser mujer y a la vez pensadora, escritora. Jackie (Kennedy) sobrevivirá a los hombres, al poder y a la propia Marylin (Monroe), pero su triunfo sólo será aparente. Sylvia (Plath) e Inge (Bachmann), iconos modernos de la escritura femenina, se desesperarán ante su rotunda ineptitud.?Las princesas y damas prominentes de la premio Nobel Elfriede Jelinek nos salen al paso como réplicas a las que ningún príncipe puede redimir. En estas cinco piezas dramáticas la autora escenifica un juego irónico con las imágenes que la visión masculina diseña de ?la mujer?. Y desvela en el mismo impulso autoirónico la supeditación de ésta a las imágenes por él generadas.