"Todo cambia, pero nos quedan los recuerdos. Se levantarán edificios, se asfaltarán los arrabales, se urbanizarán los descampados, pero tú recordarás siempre la geografía de este verano. La realidad es una alegoría para la memoria. Todo lo que nos afecta permanece en nosotros, aunque se pierda en el...
"Todo cambia, pero nos quedan los recuerdos. Se levantarán edificios, se asfaltarán los arrabales, se urbanizarán los descampados, pero tú recordarás siempre la geografía de este verano. La realidad es una alegoría para la memoria. Todo lo que nos afecta permanece en nosotros, aunque se pierda en el tiempo."
En el verano de 1963 España se muestra triste, espesa y encogida. El tiempo parece haberse detenido en el calendario y a todos les duelen los pies al caminar por la vida, como si les hicieran daño los zapatos. Pero en cualquier momento la suerte puede cambiar: por las grietas del presente gotea un poco de esperanza. Este verano seco, caluroso y desatinado es el del despertar de León Egea. Alejado del ambiente claustrofóbico de su pueblo y herido por la literatura, comienza a trabajar en la editorial Universo y vive su primer amor. En los momentos difíciles es importante apostar por el futuro en cómodos o incómodos plazos. Porque el futuro no será de los indiferentes. Pero hay que poner nombre a las cosas. Es lo que las hace reales, lo que les da consistencia. La ciudad detenida en el tiempo es Granada, Consuelo es la mujer bella e inevitable de la que se enamora León y el porvenir no lleva otro nombre que el del compromiso. Sí, todo empieza con el nombre.