Una historia sencilla, dulce y tierna para ayudar a nuestros hijos a gestionar y superar los celos Los celosLlamamos «celos» a esa reacción de miedo que sentimos cuando tenemos la sensación de estar perdiendo o de haber pedido algún BENEFICIO EMOCIONAL (amor, afecto, atención, cariño, reconocimiento...
Una historia sencilla, dulce y tierna para ayudar a nuestros hijos a gestionar y superar los celos Los celos Llamamos «celos» a esa reacción de miedo que sentimos cuando tenemos la sensación de estar perdiendo o de haber pedido algún BENEFICIO EMOCIONAL (amor, afecto, atención, cariño, reconocimiento...), sea esta situación real o imaginaria. Y hablamos de BENEFICIO porque entendemos que nos pertenece o que lo merecemos.
En los niños, este sentimiento puede aparecer por la llegada de un nuevo hermano, por las demostraciones de afecto entre los padres, por un cambio de preferencia entre los amigos, por una alteración en los horarios familiares...
Antes que nada, debemos comprender que sentir celos es NATURAL y BUENO, sirven para que el niño reclame sus necesidades emocionales mientras es dependiente y nos permite enseñarle a enfrentarse a la frustración de la mejor forma posible. Lo malo de los celos está en los comportamientos que en ocasiones pueden aparecer: cambios de humor, agresividad, rabietas, regreso a comportamientos superados, subida de la voz... ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
En primer lugar, siempre prevenir, preparándole para las situaciones que pudieran generar esos celos, dándole información, buscando el equilibrio y fomentando su participación y responsabilidad. Si aparecen, y van a aparecer, ¡mantened la calma! Podemos preguntarle al niño por lo que siente, mostrarle nuestra comprensión, ayudarle a entenderlo y a encontrar una forma adecuada para expresarlo, usando para ello metáforas y ejemplos. Prometerle atención y tiempo es una buena manera de enseñarle a retrasar sus necesidades, pero cuidado con lo que prometemos, porque es indispensable que lo cumplamos.
Y, ante todo, recordemos que los celos son normales y veamos en ellos una oportunidad para ayudar a crecer a nuestros hijos. «No podemos elegir qué sentir, pero sí podemos decidir qué hacer con lo que sentimos y, por supuesto, podemos enseñar a nuestros hijos a hacer lo mejor con aquello que sienten.»