Durante el siglo XIX y hasta la mitad del XX, coincidiendo con la independencia de India, los conocimientos que los eruditos occidentales transmitieron acerca de este país fue-ron, en general, tendenciosos, acríticos, faltos de recursos o basados en errores históricos y filológicos. Más pendientes d...
Durante el siglo XIX y hasta la mitad del XX, coincidiendo con la independencia de India, los conocimientos que los eruditos occidentales transmitieron acerca de este país fue-ron, en general, tendenciosos, acríticos, faltos de recursos o basados en errores históricos y filológicos. Más pendientes de apuntalar, consciente o inconscientemente, su propia visión del mundo que de entender desde dentro, desde sus propios paradigmas, aquella a la que dirigían sus investigaciones, produjeron textos que enseguida dejaron de ser útiles. Muchos de estos antropólogos de sillón ni siquiera sintieron la necesidad de viajar a India para dictar cátedra sobre ella. Poco a poco, sin embargo, una nueva generación de especialistas, más formados y más involucrados personalmente, comenzaron a desbrozar esa selva enmarañada de datos, comentarios y conclusiones. Una tarea titánica pero imprescindible de la que salieron varios estudios modélicos entre los que destaca El prodigio que fue India. Después de más de cincuenta años, el libro de Basham sigue siendo de obligada consulta para quien quiera iniciarse o profundizar en algún aspecto de la cultura india desde la prehistoria hasta el medievo. Sus capítulos ofrecen una visión clara y cabal del arte, la historia, la sociedad, las costumbres, la religión, la filosofía, la política, la arqueología, la lengua y la literatura, condensados de manera magistral, casi insuperable, y con una voluntad de estilo, de seducir al lector no sólo con el contenido sino también con la palabra que le da forma.
Basham, investigador, poeta y novelista, construyó una obra maestra que no deja de lado otros aspectos esenciales de la historia como los poemas, las epopeyas, las leyendas, las músicas y danzas populares y el teatro; sin olvidar la vida de grandes hombres, con una predilección que no oculta hacia Asoka como gobernante y hacia Buda como guía espiritual. Todo ello tratado con amor minucioso respecto a las fuentes y contagioso en cuanto a la pasión expositiva.