Viajar por Irán, la antigua Persia, es adentrarse en un país cuna de civilizaciones: elamitas, hurritas, sumerios, medas, aqueménidas, sasánidas, selyúcidas...; Darío el Grande, Artajerjes, Alejandro el Magno, Gengis Kan, Tamerlán, Abbas I, y, ¡cómo no!, la Anglo-Iranian Oil Company. Yacimientos com...
Viajar por Irán, la antigua Persia, es adentrarse en un país cuna de civilizaciones: elamitas, hurritas, sumerios, medas, aqueménidas, sasánidas, selyúcidas...; Darío el Grande, Artajerjes, Alejandro el Magno, Gengis Kan, Tamerlán, Abbas I, y, ¡cómo no!, la Anglo-Iranian Oil Company. Yacimientos como los de Susa o Persépolis harán las delicias de aquellos que se emocionan ante los vestigios de la antigüedad. No será difícil evocar la mítica Ruta de la Seda en ciudades como Isfahán, Yazd, Shiraz o la misma Kermán. Sencillas pero útiles y ecológicas construcciones de adobe, cúpulas recubiertas de cerámicas brillando al sol, la presencia de Zoroastro, altos y esbeltos minaretes, mausoleos... Preciosas alfombras, tranquilas y acogedoras casas de té, miniaturas -un arte preciso muy extendido en Irán-, bazares, pero sobre todas las maravillas, la hospitalidad y la amabilidad de los iraníes, en boca unánime de los afortunados viajeros que han recorrido el país. Quizá todo ello compense a los occidentales, sobre todo a las mujeres, de la molestia de atenerse en su vestuario a las estrictas normas islámicas.