Para conocer plenamente a San Bernardo es preciso leer su epistolario. Con la tersura de su candorosa familiaridad y de su mística, queda aquí plasmado él mismo, tal como es en vivo desde su misma identidad personal a través de su relación cordial y diáfana. Lo que enseña en el resto de su obra escr...
Para conocer plenamente a San Bernardo es preciso leer su epistolario. Con la tersura de su candorosa familiaridad y de su mística, queda aquí plasmado él mismo, tal como es en vivo desde su misma identidad personal a través de su relación cordial y diáfana. Lo que enseña en el resto de su obra escrita recobra en sus cartas un realismo encarnado ante personas y situaciones concretas, envuelto en amor, ternura y benignidad, aunque nunca permisivas. Leer la correspondencia de San Bernardo equivale a leer su interior más íntimo. Es beber de su espíritu en la fuente más puera: él mismo, en la apertura sencilla de sus sentimientos y afectos, de su gran pasión por sus manos los hombres, por la vida monástica y por la Iglesia.