Nueva York a finales del siglo XX es, difícilmente, la ciudad que San Agustín soñó. Lo que sí es: una metrópolis que está a punto de entrar en un nuevo milenio, en la que el caos reina y donde Dios brilla por su ausencia. En otoño de 1999 una cruz de latón desparece del altar de una iglesia episco...