Escritor y cocinero, Bourdain no tiene pelos en la lengua a la hora de explicar todo lo que pasa tras lapuerta de la cocina. En este libro delicioso y divertido el autor es fiel a su premisa de que "para mí, la comidasiempre ha sido una aventura", y acompaña el lector a través de una vida llena de a...
Ancho:
125
cm
Largo:
190
cm
Peso:
355 gr
Descatalogat
10,00 €
Descripció
Encuadernacion :MobilPocket
ISBN :978-84-92966-18-9
FechaEdicion :01/06/2010
AñoEdicion :2010
Idioma :Español, Castellano
Autores :BOURDAIN, ANTHONY
Traductores :GONZALEZ-AGUILAR PRECIOSO, CARMEN
NumeroPaginas :400
Coleccion :NO FICCION
NumeroColeccion :295
Escritor y cocinero, Bourdain no tiene pelos en la lengua a la hora de explicar todo lo que pasa tras la puerta de la cocina. En este libro delicioso y divertido el autor es fiel a su premisa de que "para mí, la comida siempre ha sido una aventura", y acompaña el lector a través de una vida llena de anécdotas: desde sus modestos inicios trabajando como lavaplatos en un bar de Provincetown hasta la cocina del Rainbow Room en el Rockefeller Center o los traficantes de droga del East Village. En un tono desenfadado, de colega a colega, desgrana las oscuras y recónditas entrañas de un restaurante, un mundo que constituye su hábitat natural. Sus vivencias, experiencias y anécdotas, tanto con cocineros como con clientes, se relatan con acierto en este libro no exento de un cierto aire de provocación. Consignas para comer fuera Fácil: de martes a sábado. Sitios concurridos. Movimiento. Rotación. Martes y jueves suelen ser los mejores días para pedir pescado (en Nueva York y casi en cualquier otra gran ciudad). Las provisiones que entran los martes son frescas, los preparados-base están recién hechos, el chef viene descansado y de buen humor luego de la relativa serenidad del domingo y el lunes. Los viernes y los sábados las provisiones también son frescas, pero hay mucho ajetreo, de modo que ni el chef ni los cocineros pueden prestarle a tu pedido la atención que ellos -y tú- quieren. El martes por la noche el chef quiere estar contento. Los sábados, por el contrario, sólo piensa en cerrar, poner las mesas patas arriba y perderse en una noche de feliz autodestrucción.