«Cuando leí Añoranza del héroe me quedé boquiabierta, fulminada por su potencia narrativa. Es una novela antropofágica: no es que se deje leer, sino que más bien devora al lector que se asoma a sus páginas.» ROSA MONTEROAcaso Neftalí Larraga no fuera un hombre valiente. Que en algunos momentos de su...
«Cuando leí Añoranza del héroe me quedé boquiabierta, fulminada por su potencia narrativa. Es una novela antropofágica: no es que se deje leer, sino que más bien devora al lector que se asoma a sus páginas.» ROSA MONTERO Acaso Neftalí Larraga no fuera un hombre valiente. Que en algunos momentos de su vida se comportase de manera heroica, incluso podría atribuirse a una cierta debilidad de carácter. De hecho, muchos años más tarde, cuando Neftalí era un anciano cargado de hijos, recuerdos, añoranzas y pesares, su hermano Miguel lo describió como un hombre pusilánime, lo que a sus ojos explicaba sobradamente que Neftalí no hubiese abandonado Cuba tras la revolución, para buscar ese Eldorado que buena parte de su familia halló en las empresas de confección de Miami.Probablemente la historia de Neftalí se habría ido perdiendo en el tiempo si Ramón, uno de sus nietos, no se hubiese empeñado en descubrir el rastro de ese individuo del que jamás se hablaba en casa. Al principio fue sólo curiosidad lo que le llevó a indagar por su abuelo, tema tabú en la familia, de quien sólo sabía que había sido un revolucionario cubano, que también había luchado en la Guerra Civil española. Ramón se enorgullecía del abuelo revolucionario, no inmune a esa frecuente desfachatez que permite a las familias considerar patrimonio propio las medallas y laureles obtenidos por sus antecesores, sin haber movido un dedo para ganarlos. Además, le atraía el aura de misterio que rodeaba al mítico antepasado: ¿por qué callaban todos sobre él? ¿De dónde venían, de qué dolor, de qué recuerdos, los suspiros de su abuela cuando se mencionaba el nombre de Neftalí? ¿Y por qué Lidia, la madre de Ramón, guardaba a Neftalí ese silencioso rencor? Con un protagonista heroico y desventurado, pero sobre todo inolvidable, como las dos mujeres entre las que divide su vida -Fermina, la cubana milagrera que le salvó la vida, y Amparo, la tenaz y conmovedora extremeña que jamás lo olvidó-, Ovejero consigue atrapar al lector desde las primeras páginas de esta grandiosa novela que recorre medio siglo de historia española y cubana.