Cuando el profesor Chad Orzel fue a la perrera a adoptar a un perro, nunca imaginó que encontraría a Emmy. Además de ser una perrita simpática que necesitaba un hogar, descubrió que era muy parlanchina y que tenía mucha curiosidad por saber cómo se ganaba su nuevo dueño la vida y cómo podía sacarle ...
Ancho:
145
cm
Largo:
230
cm
Peso:
360 gr
Descatalogat
19,50 €
Descripció
ISBN :978-84-344-6941-9
FechaEdicion :01/11/2010
AñoEdicion :2010
Idioma :Español, Castellano
Autores :ORZEL, CHAD
Traductores :JULIA ALQUÉZAR
NumeroPaginas :224
Coleccion :ARIEL
Cuando el profesor Chad Orzel fue a la perrera a adoptar a un perro, nunca imaginó que encontraría a Emmy. Además de ser una perrita simpática que necesitaba un hogar, descubrió que era muy parlanchina y que tenía mucha curiosidad por saber cómo se ganaba su nuevo dueño la vida y cómo podía sacarle partido.
Al poco tiempo, Emmy intentó aplicar las extrañas ideas de la mecánica cuántica a lo que de verdad importa en la vida: perseguir bichos, conseguir golosinas y dar paseos. Sorprendió a Chad con todo tipo de preguntas: ¿Podía usar el efecto túnel para cruzar la valla del vecino y perseguir conejos? ¿Y teletransportarse para cazar ardillas antes de que treparan a algún sitio fuera de su alcance? ¿Dónde están todos los universos en los que a Chad se le cae carne al suelo? ¿Y qué hay de los conejos hechos de queso que deberían aparecer de la nada en el patio?
Derrochando humor y claridad, Chad Orzel explica a Emmy y a los lectores qué es la mecánica cuántica, cómo funciona y por qué sigue siendo extraña, sorprendente e importante para cualquier perro o humano aunque no pueda usarse para cazar ardillas o comer carne.
A lo largo de estas charlas, también se tratan algunos momentos clave de la historia de la física, como los experimentos que permitieron descubrir que los electrones son ondas y partículas al mismo tiempo, o el debate que Albert Einstein y Niels Bohr mantuvieron durante décadas para determinar el verdadero significado de la teoría cuántica (Einstein quizás fuera más listo, pero Bohr tenía razón más a menudo).